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Personaje de novela negra

Un clásico de la novela negra

Al hablar del “Detective”, me refiero  al detective chandleriano, al estilo de Philip Marlowe, que es el que ha sobrevivido, dejando en herencia buena parte de su carácter a todos los que vinieron después. Y mencionaré al detective post-chandleriano para referirme a esos herederosy herederas, que presentan algunas características propias, adecuadas a los nuevos tiempos, pero sin perder la esencia del original en cuanto la existencia de un código propio y un posicionamiento en los límites del sistema, del que desconfía pero defiende a falta de uno mejor.

Foto Raymond Chandler

Foto del escritor Raymond Chandler

Raymond Chandler

Estamos hablando, al fin y al cabo, del héroe o la heroína de estas novelas negras, y aunque no descarto que busquemos juntos en las raíces de la figura heróica en la antigüedad, propongo que empecemos más cerca en el tiempo, cuando la cultura pop, que ha terminado por ser la patria del detective, todavía no era pop, pero si popular.

Ríndete, vaquero

La figura del justiciero existe desde que el hombre comenzó a elaborar los rudimentos de un lenguaje que le permitiera comunicarse.Y existe porque nunca existió en la realidad.

Primero como motor de relatos orales y canciones, y luego como protagonista de escritos o películas, la idea del solitario que endereza lo que el colectivo no es capaz de enderezar, resulta irresistible y romántica.

Ahí están los caballeros andantes y otros personajes similares, que sentaron la bases para la llegada del héroe moderno por excelencia, que debía ser, de acuerdo con nuestros tiempos, un anti-héroe.

La propia épica del perdedor, afín a un sistema que recompensa la obediencia, dio como resultado un héroe que puede ser visto como un derrotado en cuanto a su incorporación al sistema, pero al mismo tiempo ejerce de conciencia de la masa, haciendo lo que la masa jamás hará.

Aunque se podría fechar su nacimiento a finales de los años 30 y comienzos de los 40, lo cierto es que el detective privado al estilo de Philip Marlowe sigue vigente en el imaginario popular, mucho más incluso que el que podría considerarse con todo derecho su antecesor: el justiciero errante de las novelas y películas del Far West.

Tanto uno como otro han merecido una especial atención por parte del cine y la televisión, los fenómenos de comunicación que marcaron buena parte del siglo pasado.  Pero mientras el vaquero sobrevive en esporádicos intentos de recuperación cinematográfica que no logran relanzarlo por completo, el detective privado se mantiene sin mayores inversiones de la industria  cinematográfica o editorial,  y hasta ha heredado buena parte de su carácter a otros justicieros de ficción, tanto profesionales como aficionados.

Esta supervivencia obedece, sin duda a varias causas, entre las que podríamos señalar la concentración demográfica y las variaciones sociológicas, (al fin y al cabo, el detective reemplaza al vaquero errante en su condición de justiciero con un código propio que no siempre coincide con el código oficial), pero es interesante señalar que aunque ambos prototipos han sido protagonistas de miles de libros, las novelas de vaqueros, salvo alguna excepción, no han tenido un alcance literario destacado, mientras que el detective ha contado con grandes novelas, hasta merecer un género propio.  Y puede que allí resida la diferencia. Por contra, y pese a su tantas veces anunciada decadencia, las novelas de vaqueros hallaron su Shangri-la en el cine, creando obras maestras que cambiaron el propio lenguaje cinematográfico. Se podría decir que séptimo arte resucitó el far west, creando su propia épica. El noir, pese a contar con magníficas películas, hasta tiempos muy recientes, ofrecía “traducciones” de novelas al formato de pantalla grande, reduciendo a menudo al protagonista a un estereotipo comercial y digerible.

Quizás por eso, el detective se refugió en la novela para seguir contando la realidad cercana sin perder sus señas de identidad, aunque tuviera que disfrazarse.

Y en los disfraces tendría su primera competencia.

CARLOS SALEM

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