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Por  Carlos Salem
El tango que cantaba mi viejo aseguraba que veinte años no son nada y yo digo que quince ya son mucho, casi todo.
En julio de 2008 aterrizaba por primera vez en la Semana Negra de Gijón. Un año y medio antes seguía inédito, pero para entonces ya había dos novelas que defender: la flamante «Matar y guardar la ropa», recién salida del horno, y la inaugural «Camin de ida», que competía sin mucha esperanza por el Silverio Cañada a la mejor primera novela negra del año.
Casi de la mano, como niños asustados de pueblo que llegan a un parque de atracciones demasiado grande, con Leonardo Oyola (que concursaba por el Hammett con la legendaria novela «Chamamé») mirábamos todo convencidos de que íbamos a perder pero que habíamos ganado con estar aquí.
Spoiler total: ganamos los dos y estuvimos brindando durante 48 horas por lo menos, pero más que por los premios, por la felicidad de los encuentros. Ahí nos hicimos hermanos y el premio ya para siempre.
En esa edición conocí a mi primera editora en Francia y desde hace años, la mejor amiga ytraductora posible, @judith_vernant , que sigue dejándose la vista en cada novela que me mejora en francés.
Seguí viniendo a la SN cada año, como vuelve a casa el viajero, con paisajes nuevos que contar.
Fuera de aquí, no me invitaban a participar en  antologías de escritores argentinos porque decían que era español, y en las de  españoles porque era argentino. 
Con mi tercer libro me autoproclamé «Escritor Argeñol, nacido en la Semana Negra de Gijón» y lo sigo siendo.
Desde  2008  han pasado 7 países y calculo que más de 50  festivales distintos de novela negra en los que participé. A muchos sigo volviendo cada año. Valoro la personalidad de cada festival y  me vuelvo embajador de aquellos  que me llegan al corazón, que por algún lado andará. Compañeras y compañeros de oficio saben que siempre estoy recomendando tal o cual festival,  pero con todo necesito volver a la Semana Negra para recordar quién soy , a dónde iba hace quince años, y constatar que, por suerte y contra viento y mareos, sigo yendo, sigo volviendo al lugar donde nací de verdad como escritor.
Gracias.
Siempre.

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