¿Quién mató a quién?
Entrevistas irreverentes a sospechosos habituales
El barrio madrileño de Canillejas le ha servido como punto de partida y motivo para narrar historias negras que no por creíbles resultan menos sorprendentes. Ya en 2014 sorprendió con Yonqui, en 2015 y con la complicidad de Luis Gutiérrez Maluenda cometió Lumpen, y siguió en solitario con Manguis en 2016, Prohibido fijar carteles y Cuando gritan los muertos en 2018 (Premio Teneife Noir), y la flamante 5 Jotas en 2020.
Tres novelas imprescindibles del género [y por qué]
- El hombre del brazo de oro, de Nelson Algren
- Descenso a los infiernos, de David Goodis
- El diablo a todas horas, de Donald Ray Pollock
La primera es una obra maestra de una vertiente del género que me apasiona: la hibridación de la novela negra con el realismo sucio. Por otra parte, David Goodis es el rey de novelas con personajes que protagonizan descensos a los infiernos y plasma como nadie a tipos extremos, con vidas destrozadas. La tercera obra es una jodida joya de ese tipo de novelas sureñas que tanto me flipan. Además, la pongo para que no me llamen antiguaya, viejuno o boomer. Pero vamos, que podría haber puesto cualquiera de las de Chandler, Thompson, Burnnett, Westlake, Himes, Mosley, etc.
¿Por qué escribes novela negra y no de otro color?
Porque soy muy atrevido. Para mí, escribir novela negra es tela de difícil. Por eso tardé tanto en decidirme. Hay que emplear recursos propios del género que debes dominar, un determinado estilo, huir del costumbrismo, en fin, cosas, en definitiva, que se pasan un poco por alto cuando eres lector. Es alucinante que sigan diciendo por ahí cuatro listos que es un género menor. Además, según voy cumpliendo años se me va poniendo más mala hostia. Por todo. Así que no me veo escribiendo otra cosa. Ya no.
El libro que nunca escribirías es… [y por qué]
La biografía del Dúo Dinámico. No sé por qué, pero nunca pude con estos tipos, es algo visceral. Por eso sufrí mucho cuando salían a aplaudir a los sanitarios y ponían su canción de “Resistiré”. Si se trataba de resistir, podrían haber optado por el “Resistiré” de Barón Rojo. Pero no. Gentuza…
El que matarías por haber escrito… [y por qué]
Bueno, podría decir tantos… Pero digamos por ejemplo “Por amor a Imabelle”, de Chester Himes. La saga de esos dos maderos, Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, dando vueltas por Harlem, es una puta maravilla.
Una frase que recuerdes de memoria de una novela tuya…
Ahí va, de mi novela “Prohibido fijar cárteles”: Silencio. Silencio y tristeza. Pobres viejos. Me dio por pensar en ellos. Ningún hijo debería morir antes que sus padres y mucho menos acribillado a tiros en su presencia. Pero la vida es así. La vida no tiene un cerebro para pensar en que esto está bien y esto está mal. La vida discurre a su puta bola mientras la peña intenta matematizar su comportamiento. Porque a la vida se la sudan las matemáticas. La vida tira para adelante. Y si tiene que romperte el alma te la rompe. Y no pregunta.
Requisitos para que una novela merezca ser leída o escrita:
Originalidad del tema y buena elección del tono en la que se va a narrar. Debe tener crítica social y personajes bien diferenciados a través de buenas caracterizaciones. Lo de la trama para mí es cada vez menos importante. Cuando se dan todos los condicionantes y lees una novela así, te da un golpe, y la recuerdas toda la vida. También pasa con las que escribo, sabiendo que las favoritas de los lectores no son las mías. Pero así va esto.
¿El género es absorbido por lo comercial o crece tranquilo a su sombra?
Las editoriales, sobre todo las gordas, están atentas a las tendencias. A veces se vuelcan en sacar novelas históricas o eróticas o incluso negras, que nunca pasan de moda porque, mientras haya injusticias la novela negra sobrevivirá. Pero las novelas negras que ponen en los escaparates de las gasolineras distan mucho de ser negras. Más bien son thrillers con mucha corrección política de por medio, no vayan a molestar a alguien. Mientras tanto, el género crece a su bola, a la sombra de toda esta parafernalia. Hay verdaderas joyitas que, eso sí, tienes que buscar y casi rastrear, porque se publican con editoriales independientes que casi no tienen distribución.
Tu modus operandi es [en qué se diferencian tus novelas de otras]
Aunque dicen que me he creado mi propio universo, hay diferencias más o menos sutiles. En primer lugar, la época. Algunas están escritas en primera persona y otras en tercera. Luego está el tono general. Aunque procuro meter humor porque me mola, unas son más sobrias que otras en el sentido de tono más melancólico, más violento o más metáforas, depende de la ambientación y de mi propio estado de ánimo.
El único crimen que te atreves a confesar es…
Nada, poca cosa. Afortunadamente yo tenía una familia estructurada y no me descarrilé mucho. El crimen más gordo fue colarme en el Metro y a lo mejor llevar más jachís del permitido en el bolsillo, todo esto cuando era joven. También revendía entradas de piscina y trucaba los bonobuses, y con un Magiclick aplicado a la máquina de marcianitos sacaba partidas gratis. Pero luego he procurado ser un buen tipo.
Lo mejor que te ha dado el oficio de escribir:
Pues, en principio, el acto de escribir, de por sí, ya es tela de flipante. Y después de algunos relatos y novelas fallidas tiradas a la basura, me mola haber conseguido una cierta técnica. Luego está lo de ir a festivales, conocer gente y debatir, pero también conocer ciudades y pueblos. También te llevas decepciones, como supongo que yo decepcionaré a otros, es la vida. Pero lo de conocer gente de distinto pelaje y un poco chalada como yo mola.
¿La realidad es una novela negra?
No, qué va. La realidad nutre de hechos al género negro, pero una novela es otra cosa. Hay que escribirla y lleva una técnica, la creas. La vida es una paranoia que se escribe sola, ajena a lo que tú puedas pensar, desear o evitar.
Tu personaje ajeno favorito [y por qué]
Hay muchos, pero venga, vamos a decir uno: “Lew Griffin”, el detective negro de James Sallis. Me gusta porque globalmente es un tanto incalificable, ya que le conocemos sobrio y alcoholizado, enamorado y huidizo, buscavidas y profesor universitario, autocompasivo y dañino consigo mismo, en definitiva, es humano. Una saga que habría merecido más repercusión y más atención por parte de las editoriales, así como más continuidad en el tiempo. Claro que también podría haber dicho “Jack Taylor”, de Ken Bruen o “Easy Rawlins”, de Walter Mosley, entre otros.
El malo creado por ti que más odies [y por qué]
El Rata, el madero que salía en “Cuando gritan los muertos”. Lo tiene todo. Aparte de madero secreta que se cuela en los garitos del barrio para enterarse de todo, es chivato, pendenciero y traicionero, valores que en el barrio no están muy bien vistos. Claro que, el Ruso, de “Prohibido fijar cárteles”, no le va a la zaga.
Si no fueras escritor, serías… [deja volar la imaginación]
Ni idea, no sé. Me molaba el fútbol, pero era muy malo. Me habría molado robar un banco, pero me falta valor. ¿Puedo decir bibliotecario? Pues venga, eso. O cocinero.
Tienes la oportunidad de escribir ahora tu futuro epitafio:
“Jodeos todos los cabrones que rechazasteis mis manuscritos porque ahora que la he palmado y soy famoso os vais a comer un Saci, pringaos”