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Curso de narrativa. Clase 15

ÍNDICE DE CONTENIDOS DEL CURSO COMPLETO

 

CLASE 15: Y MÁS ERRORES A EVITAR

Estructura, ¿qué estructura?

Este error suele ser vecino del anterior. Contamos, sabemos lo que contamos, y sabemos tanto que no nos preocupamos del modo en que se lo haremos llegar al lector. No pensamos cómo dosificar la información, la acción y la reflexión que deseamos provocar.

Como vimos en la clase anterior, existen muchas maneras de fastidiar un buen cuento. Todo tenemos ejemplos de relatos que escribimos sin dificultad alguna y en una o dos sesiones, y tendemos a creer que siempre será así, de un modo casi mágico.  Ese modo de pensar sólo puede conducirnos a la frustración. Lo que ha ocurrido, en realidad, durante la escritura de esos cuentos “benditos“, fue que canalizamos nuestra propia inseguridad de un modo constructivo, realizando mentalmente todo el trabajo previo, de modo que cuando nos sentamos a escribir, el texto brotó pulido y exacto, o casi.

No podemos esperar que siempre ocurra así, pero sí podemos recrear las condiciones de trabajo y concentración.

La falta de una estructura previa se manifiesta de mucha maneras: desde la falta de reiteración (sabemos que el protagonista hace siempre lo mismo todas las mañanas, y como lo sabemos, olvidamos mostrar el lector por lo menos dos ejemplos que sustenten esa idea de reiteración); hasta el exceso de reiteración (repetimos el ritual sin agregar en él más que lo que sabemos, de modo que el lector no sólo espera que ocurra algo inesperado: casi lo ruega, para romper la monotonía en que lo hemos metido); pasando por la colocación sin previo aviso de larguísimos flashbacks de los que no sabemos como  volver (cuando lo más “rentable” es alternar el momento “actual” narrado con fragmentos de esos “retornos” que al irse trenzando hacen avanzar el relato); hasta las derivaciones sin causa aparente, que pueden dejar al lector fuera del cuento y de todo lo que deseemos contarle en el futuro.

A algunos escritores les sirve trazar un esquema detallado y milimétrico del cuento, para evaluar cada frase y su lugar en el relato. Para otros, basta con trazar ese esquema en la mente y tener presentes los elementos centrales. No existe un método mejor que el otro y cada autor debe descubrir el suyo.

Para empezar, conviene bocetar al menos la estructura, sobre el papel y en un esquema al principio, para poder “ver” el esqueleto del relato de un solo vistazo y estar atentos a esa desviaciones. El resto es práctica y mucho, pero mucho trabajo.

Había una vez… y solamente una vez

Un cuento suele nacer en nuestra mente por el principio, aunque al mismo tiempo se vayan desarrollando el final y el camino para llegar hasta él. El comienzo se siempre lo que creemos tener más claro, porque es lo que más hemos repetido mentalmente antes de lanzarnos a escribir.

Pero luego escribimos la historia la  y la historia crece. Y en ocasiones crece lastrada por un comienzo que no es el más adecuado para lo que queremos narrar. Pero nos cuenta desprendernos de lo único que teníamos seguro, incluso cuando, al desarrollar la historia, ya no es necesario.

Lo ideal es que, si tenemos la historia, probemos con dos o tres arranques diferentes, ensayos para presentar la narración desde diferentes puntos de vistas, y nos quedemos con el más adecuado.

En cuanto adquirimos la costumbre de hacerlo así, es más probable que el arranque elegido sea el mejor, y que nuestra manera de narrar crezca también.

Construirla de forma inverosímil o fuera de contacto de la realidad hará que la gente no se crea lo que está leyendo, pensarán con toda razón que usted, el escritor, les está tomando el pelo, se molestarán y simplemente dejarán de leerla. La obra ha de ser consistente con todos sus planteamientos y ser honestos con ellos. Y, sobre todo, al final del relato o la novela, no se saque un conejo de la chistera para solucionar sus fallos de estructura, sólo conseguirá hacer más visibles estos

¿El final? Ya se me ocurrirá algo…

En una novela es casi obligatorio tener presente el final desde los primeros pasos. En un relato podemos dejar correr un poco las palabras, pero sabiendo que deben llevarnos hacia algún sitio.

De modo que estamos ante dos errores posibles  y evitables:

1) Escribir cada frase atados por un final pensado de antemano, hasta restar a la historia toda su frescura.

2) Redactar un maravilloso relato que acabe en un final improvisado y deje al lector con la sensación de haber sido víctima de una estafa.

Lo ideal es tener una idea general  del desenlace y revisarla a medida que avanzamos. Si nos sigue sirviendo, vamos hacia ella. Y si ya no nos satisface, cambiamos ese final por otro que ya se nos habrá ocurrido, porque si el relato está bien escrito NOS LLEVA hacia él.

(Queda todavía una “batería” de posibles errores, relacionados no tanto con aspectos técnicos de la narración como con nuestra actitud ante ella, que abordaremos el la próxima clase, para asustar a nadie: se trata de disfrutar escribiendo  y atender al mismo tiempo a los factores que pueden limitar esa diversión.)

Por Carlos Salem

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