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Curso de narrativa. Clase 13

ÍNDICE DE CONTENIDOS DEL CURSO COMPLETO

 

CLASE 13: ERRORES MÁS FRECUENTES

Muchas veces nos preguntamos en qué falla el cuento que hemos escrito y -lo que es más importante- cómo evitar que eso ocurra.

La situación ideal sería escribir el relato “de un tirón“, y que al leerlo sólo sea necesario retocar algún acento o cambiar una palabra por otra más adecuada. Eso  es posible y sucede con más frecuencia de la que podría pensarse. Pero no es el resultado de una divina inspiración, ni de un estado de gracia o de nuestro supuesto talento; es el resultado de saber qué queremos contar, saber cómo queremos contarlo y saber dónde podemos equivocarnos.

A continuación, algunos de los errores más frecuentes que cometemos.

No presentar correctamente al Personaje protagonista

El lector quiere identificarse con el protagonista, incluso si desprecia su comportamiento tras conocer la historia MIENTRAS lee, necesita ponerse en su lugar, aunque sea para denigrarlo.

Para facilitar esa empatía, conviene ofrecerle PRONTO las claves necesarias para que sepa QUIÉN ES ese personaje  principal. Es aconsejable presentarlo al comienzo del relato. El arranque es un momento fundamental para captar la atención del lector y presentar la personaje.

Hay muchas maneras de hacerlo, y debemos optar por la que no confunda al lector, y hacer que acabe creyendo que un personaje secundario es el central.

Debemos mostrar alguna emoción del personaje, darle profundidad, caracterizarlo, sin por ello de describirlo completamente.

Debemos presentar el personaje y la historia de una forma natural y acorde con el tono del relato. NO TENEMOS QUE CONTAR TODO, pero sí contar lo importante para que el lector ,además de querer seguir leyendo, sienta que CONOCE aunque sea en parte, al protagonista.

Un error reiterado consiste en confundir el acto de ESCRIBIR una frase  con el de CONTAR algo que el lector recordará.

A menudo, por temor a “arruinar” la sorpresa del final, tendemos a ocultar información al que lee, y sólo mencionamos, como al pasar, detalles que luego serán fundamentales para explicar lo ocurrido, lo narrado.

Hay que dosificar y reescribir cuantas veces sea necesario la presentación, para que el personaje quede fijado desde las primeras líneas-

El protagonista pierde fuerza y  se vuelve pasivo

Eso suele suceder porque al cabo de poco tiempo en que nos hemos sumergido completamente en la redacción, los personajes parecen cobrar vida y algún secundario adquiere mayor importancia. En ocasiones el personaje principal nos gusta menos, o el secundario nos da más juego.  A veces, como suele ser habitual, el secundario que le da contrapunto al protagonista, suele ser “el malo”, y es bien sabido que ese tipo de personajes resultan muy atractivos.  Si eso ocurre tenemos dos opciones:. La primera es volver a empezar y convertir a ese secundario en protagonista, pero casi siempre el resultado será un cuento diferente del que queríamos escribir. La otra opción es repasar el texto, detectar en qué momento el protagonista se vuelve pasivo y devolverle la fuerza perdida.

Ambos caminos son válidos y es tan “valiente2 tirar lo que ya hemos hecho como revisar el relato y ajustar las “tuercas” necesarias. Lo importante es escribir un buen relato, el que queremos escribir y que el lector no quede fuera de el juego.

Derrochar cuentos posibles en un solo cuento

Un error de principiante que siguen cometiendo muchos veteranos.  Tenemos tantas ideas en la cabeza y las queremos meter todas para dar complejidad a la trama, escribir el gran cuento del siglo.

No es necesario saturar, y si queremos profundizar, no tenemos que hacerlo a costa de amontonar y desperdiciar buenas ideas, magníficos personajes o excelentes giros en la trama. Eso sólo hará que el lector experimentado se de cuenta de nuestra inseguridad.

Hay utilizar con intensidad los personajes, crear unos pocos pero eficaces, que faciliten la tarea del lector y nos permitan alcanzar mayor profundidad psicológica en la trama.

A menudo utilizamos un personaje para explicar una cosa en el primer capítulo, otro en el segundo, otro en el tercero. Hay que aprovechar a los mismos, utilizarlos más intensamente, eso les dará mayor profundidad psicológica y por ello facilitaremos la labor del lector para seguir la trama.

Es preferible usar los mismo secundarios y ajustar la extensión que les dedicamos a su importancia en la historia, ya sea como testigos o como catalizadores de lo que ocurrirá.

En lugar de “gastar” párrafos y párrafos definiendo personajes que no son el principal, es más útil caracterizarlos por su actitud frente al protagonista, aprovechar los diálogos para que su réplica fije su modo de ser y de pensar.

¿Y ahora, qué hago?

Ya hemos superado la presentación, es decir esa parte del cuento que llevaba semanas y hasta meses rondando en nuestra cabeza, estamos dispuestos a seguir y… nos bloqueamos. Todo el futuro del cuento parece difuso y por momentos ya no nos convence.

Nos ocurre a todo, no importa la cantidad de relatos escritos o publicados que uno acumule en su currículum.

Eso nos pasa por falta de previsión, y por la ausencia de un esquema general del relato. Y nos ocurre porque a pesar de tener las cosas muy claras, nos gusta dejar volar la imaginación y ver a dónde nos lleva la escena en la que estamos metidos. Es no es negativo, si sabemos controlar el descontrol.

Es recomendable que antes de empezar tengamos un esquema general del cuento, sus partes principales, los personajes y sus conflictos. Así sabremos hacia dónde vamos y si nos desviamos será por un motivo de peso, que hará que valga la pena volver a plantearlo todo desde el principio otra vez.  diseñado la obra en sus partes principales: personajes, conflictos, escenas. La manera más segura de experimentar es hacerlo a partir de una organización previa.

Diálogos fallidos o artificiales

Aunque la historia de la Literatura está llena e ejemplos de magníficos relatos en los que el diálogo no tiene peso o directamente no existe, lo cierto es que si lo utilizamos, debemos hacerlo bien o arruinaremos la narración. No en vano le dedicamos toda una clase en este taller e incluso talleres específicos de diálogo. Es tan importante en cualquier narración, que a veces nos obsesionamos con el diálogo, y lo sobrecargamos con funciones que no le son propias. No debemos soltar coloquios del tipo conferencia o explicaciones innecesarias.

Para lograr el equilibrio entre diálogo y texto es interesante imprimir el relato y colorear, con resaltadores de dos colores diferentes, el espacio dedicado a uno y otro en el texto.

Pero no se trata de un sistema de “cuotas”, hay relato que necesitan más diálogo que otros. Sólo nosotros, como autores, podemos decidir si en una escena es necesario más o menos diálogo.

Y una recomendación importante: debemos mostrar las emociones de los personajes que hablan y no sólo señalarlas.

Acabar antes de tiempo

Otro error de novato que podemos evitar si estamos atentos. Queremos acaba ese cuento, y acabarlo bien, tenemos en le cajón o en la memoria del portátil tantos cuentos sin terminar, que en el actual, cuando vemos la menor ocasión, lo rematamos, sin advertir que estamos “apresurando” el final.

Esto deja fuera de juego al lector o le quita la posibilidad de ir asimilando la tensión de la historia. Como nosotros YA SABEMOS lo que ocurrirá, solemos acortar el relato para que ocurra antes de que el lector pueda adivinarlo, cuando en realidad el proceso es el opuesto: si desarrollamos la trama con habilidad, el lector no está pendiente del final porque en ciento modo NO QUIERE QUE SE ACABE EL RELATO.

Nuevamente, un esquema general antes de comenzar a escribir, nos ayudará a dar al relato el tempo necesario para que funcione mejor.

En la próxima clase veremos otros errores frecuentes y el modo de evitarlos

Por Carlos Salem

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