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Curso de narrativa. Clase 8

ÍNDICE DE CONTENIDOS DEL CURSO COMPLETO

 

CLASE 8: LOS NÚCLEOS NARRATIVOS

Ya tenemos el argumento, la trama y la estructura. Como hemos dicho, a veces todo parece brotar simultáneamente, pero siempre hay tempos, compases diferentes aunque próximos, que hace que una decisión preceda a otra.

Es la hora de hablar de los núcleos narrativos del relato.

Que son los que hacen progresar una historia de modo coherente incluso (me repito pero es necesario)  cuando el relato que estamos escribiendo tiene un carácter experimental e innovador. ( El agua caliente se  inventó hace siglos, para cada uno la calienta a su manera. Lo único que no cambia es que si metes la mano desnuda en agua caliente, sea cual sea el método usado para calentarla, te quemas. )

¿Qué diferencia los núcleos narrativos

de otros elementos del  relato?

Que si los quitas el relato deja de funcionar.

La estructura de una narraciónAsí de sencillo. Por seguir con el  símil del viaje que venimos utilizando durante esta clase, los núcleo narrativos son las gasolineras que hay en nuestro camino. No es obligatorio o que nos detengamos en todas, pero hay algunas que están ahí para que podamos continuar el viaje. Si  pasamos de largo ante  ellas (si quitamos esos núcleos narrativos), nos quedaremos en la cuneta.

Y no debemos confundirlos con los hechos cruciales (con los que a menudo suelen coincidir), ya que si bien los núcleos narrativos son imprescindibles, muchos de ellos tienen una apariencia menor, pero si faltan se deshace la cadena narrativa.

Y además. Son unos magníficos aliados a la hora de corregir un relato y detectar dónde hemos fallado.

Veamos cómo identificarlos. Muchos autores llevan al pie de la letra la sentencia de Chejov, según la cuál todo elemento del relato debe tener una función clara o es superfluo. De acuerdo, porque un relato no es una sucesión de bellas imágenes,  pero con reservas, porque el concepto de utilidad varía según el uso que demos a cada elemento. De hecho, cuando buscamos un final sorpresivo, siempre colocamos elementos que tienen por finalidad distraer al lector de lo que ocurrirá, para que no lo vea venir.  Luego esos elementos también son imprescindibles para que el relato funciones como deseamos.

Creo que ya trabajamos sobre el siguiente relato mío en una clase anterior, pero en esta ocasión lo usaremos para señalar  los núcleos narrativos. Ese será el segundo ejercicio de esta clase.

NO QUIERO ACORDARME

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…» El sonido del timbre la dejó fuera de la lectura de domingo y lluvia.

No esperaba a nadie.Cruce de caminos

Nunca esperaba a nadie.

Nadie era su mejor amiga, su amante, su memoria.

Fue a abrir en braguitas y camiseta. Tenía la calefacción a tope, desdeñando la primavera pasada por agua llorada.

Abrió y era él.

Después de tanto tiempo, dijo «hola».

Y la besó.

Se desnudaron abrazados sobre la alfombra, a tres metros de la puerta y dos de la ventana y la lluvia. Fumaron y ella lloró en silencio, nueve pares de lágrimas, uno por cada año sin su piel.

Se durmieron así.

Al despertar, lo vio mirando por la ventana, desnudo, y apreció el paso del tiempo en su cuerpo, dibujando lo que entonces era un boceto. Volvió al libro, para no pensar.

Él recorrió su espalda con un dedo, después con la lengua, después con toda la piel.

Ella se abrió sin dejar de leer, siempre el mismo párrafo.

Él entró y leyó en voz alta mientras se movía al ritmo de la lluvia lenta en la ventana y el domingo.

Ella siguió leyendo, con todos sus ojos.

Moviéndose apenas, él preguntó si lo esperaba, porque leía el mismo libro que en el instituto, cuando todo empezó.

Los tiempos en la novelaElla dijo que todos los domingos leía ese libro, mientras lo esperaba.

Él siguió, sin dejar de leer la frase, los dos a dúo, en voz alta partida de gemidos.

Ella gritó de cuyo nombre no quiero acordarme mientras aceleraba el ritmo y él se derramó repitiendo de lanza astillero.

Después fumaron, como estaban, ella sin verle la cara, él ya rocín flaco, dijo buscando la broma.

Ella le dijo que había sido galgo corredor y que cuánto hacía que no.

Él le recordó que había otras cosas más importantes que el placer, como entonces, sólo que ahora iba en serio y estaba en peligro.

«No ha mucho tiempo vivía», dijo ella como un rezo.

Y él agradeció el recuerdo y el cumplido del recuerdo. Como entonces, dijo.

Entonces hace una década, dijo ella, y ni una carta, ni un mensaje, sólo una espera y este libro, hasta esta tarde.

Me escondo, dijo él.

¿De ellos?, preguntó ella.

De todos, dijo él.

He visto tu foto en los diarios, pese a la barba y los años, supe que eras.

Soy, dijo él, más bien fui, lo de la bomba en el colegio fue demasiado, todos están locos y yo sólo quería justicia, como el hidalgo.

Él mataba molinos, nunca niños, dijo ella.

¿Quieres que me marche?, preguntó él.

Quiero que te quedes, respondió ella, saber como acaba el libro, y tal vez, por qué te fuiste hace nueve años sin avisar, sin preguntar, sólo esa frase, «nos vemos el domingo».

No tuve elección, dijo él, sintiendo que el calor del cuerpo amigo volvía a despertarlo, muy despacio. Se frotó contra ella, que preguntó, sin dejar de mirar el libro, si sus andanzas habían valido la pena, si los entuertos que entonces quería desfacer seguían igual, si esas sirenas policiales en la calle un rato antes de su llegada no habían sido sus trompetas de anuncio, si hacía mucho tiempo que conocía su dirección en Madrid.

Él a todo respondió que sí, urgido de ganas y de perder respuestas entre sudores.

Quiero verte mientras te amo, dijo.

Ella se tendió boca arriba, con el libro a un costado y la mano sobre la página abierta.

Él trató de imponer el cuerpo a los reproches, de recordar con más detalle el sendero secreto de aquellos primeros placeres juntos.

Ella sonrió cuando él preguntó, mientras la abrazaba, que qué era eso tan importante que tenía que decirle aquel domingo nueve años atrás.

No tiene importancia, dijo ella mientras se movía como una ola con otra ola dentro, cosas de chicas, siempre con miedo, nunca fui una buena Dulcinea, así, como entonces, por fin lo encuentras, sólo que tenía dos atrasos, que estaba embarazada y poco más.

Él abrió la boca para una pregunta que sonó como un disparo y cayó sobre su cuerpo.

Ella lo rodeó con un brazo, mientras la otra mano devolvía la pistola a su preciso hueco perforado en las páginas del libro y sintió su sangre resbalar y lo acunó como a un bebé y lo consoló diciendo que él, al fin y al cabo, no podía saber que ese colegio y ese niño y ese domingo de lluvia, eran los suyos.

Después cerró el libro.

Para siempre.

Ejercicio:

En pocas palabras pero bien elegidas:

1) plantar el argumento de un relato

2) plantear la trama.

3) proponer lo que ocurrirá en la presentación, el nudo y el desenlace.

4) Señalar y desarrollar brevemente, en le resultado del punto 3, los núcleos narrativos.

Por Carlos Salem

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