Estamos rodeados de temas para contar, detalles que pueden desencadenar el proceso. Los ejercicios propuestos tienen como objetivo, además de poner en práctica técnicas y recursos, aprender a contar no sólo aquello que solemos contar, descubrir que podemos narrar a partir de supuestos que jamás se nos hubieran ocurrido, porque no forman parte, a priori, de nuestro ideario narrativo.
ÍNDICE DE CONTENIDOS DEL CURSO COMPLETO
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 1: LAS 5 PREGUNTAS
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 2: LA ESTRUCTURA
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 3: ESCRIBIR SOBRE LO CONOCIDO
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 4: ¿MAPA O BRÚJULA?
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 5: DE LA IDEA AL PAPEL
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 6: ¿DÓNDE ENCONTRAR TEMAS?
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 7: LOS 5 SÍ
- CURSO DE NARRATIVA. PRIMERA PARTE. CLASE 8: LOS NÚCLEOS NARRATIVOS
- CURSO DE NARRATIVA. SEGUNDA PARTE. CLASE 9: LA PRIMERA PERSONA
- CURSO DE NARRATIVA. SEGUNDA PARTE. CLASE 10: LA TERCERA PERSONA
- CURSO DE NARRATIVA. SEGUNDA PARTE. CLASE 11: EL NARRADOR Y LA OMNISCENCIA
- CURSO DE NARRATIVA. SEGUNDA PARTE. CLASE 12: DE TÚ A TÚ
- CURSO DE NARRATIVA. TERCERA PARTE. CLASE 13: ERRORES MÁS FRECUENTES
- CURSO DE NARRATIVA. TERCERA PARTE. CLASE 14: MÁS ERRORES FRECUENTES
- CURSO DE NARRATIVA. TERCERA PARTE. CLASE 15: Y MÁS ERRORES A EVITAR
- CURSO DE NARRATIVA. CUARTA PARTE. CLASE 16: EL PERSONAJE, REY DEL RELATO
- CURSO DE NARRATIVA. CUARTA PARTE. CLASE 17: CÓMO NACE EL PERSONAJE
- CURSO DE NARRATIVA. CUARTA PARTE. CLASE 18: ARGUMENTO Y TRAMA
- CURSO DE NARRATIVA. CUARTA PARTE. CLASE 19: EL MITO DE CREAR «A PARTIR DE LA NADA»
- CURSO DE NARRATIVA. CUARTA PARTE. CLASE 20: EL DIÁLOGO
- CURSO DE NARRATIVA. ANEXO I: CÓMO ESCRIBIR NOVELA NEGRA
- CURSO DE NARRATIVA. TEST DE EVALUACIÓN
CLASE 6: DÓNDE ENCONTRAR TEMA
No obstante, existen a nuestro alcance numerosas fuentes en las que hallar un tema, o una anécdota que nos ayude a ponerlo en marcha:
a) De nuestra propia experiencia.
Como vimos en la clase anterior, podemos partir de un episodio de nuestra vida o del que hemos sido testigos cercanos. Es decir que el cuento nace de un episodio que nos evoca una sensación y podemos contarlo porque lo hemos vivido de cerca.
En estos casos, es importante pasar de lo particular a lo general y de lo general a lo universal. Todos hemos sido niños y, pese a las diferentes vivencias, tenemos experiencias similares, tanto en lo que no ocurrió a nosotros o a otros, como en lo que nos podría haber ocurrido.
Debemos extraer de esa experiencia propia una emoción universal, que pueda valerle a cualquier lector, por asimilación, por oposición, por comparación…
Y debemos tomar distancia, porque no queremos contar nuestra historia (aunque lo hagamos), sino aprovechar esa experiencia como material literario.
b) De la prensa o las noticias.
Se puede intentar recrear y desarrollar una noticia que nos ha impactado por algún motivo concreto, imaginar el punto de vista interno del personaje (ya no es el protagonista de la noticia sino de nuestro relato, podemos hacer con él lo que nos apetezca ), o especular sobre sus motivaciones…sin que el resultado sea una reconstrucción periodística del suceso.
Si las noticias son varias y sobre un tema común que nos interesa escribir (violencia doméstica, inmigración en pateras, acoso escolar, etc) podemos documentarnos, e incluso formar un pequeño archivo de recortes ayudará a disponer de acciones de la realidad, vinculadas al tema, y que podemos convertir en verdad literaria en nuestro relato sobre el asunto.
Pero eso sólo debe hacerse si el tema en si nos genera una pregunta (¿Cómo se sentirá, por qué se engaña, etc) y no sólo con la intención de dar respuestas a una sociedad que no nos las ha pedido. Queremos escribir un relato, no un panfleto. Y la historia de la literatura está llena de ejemplos en lo que la voluntad manifiesta de exponer un ideal limita el resultado, mientras que esos mismo autores (estoy pensando en Mario Benedetti y Julio Cortázar, por ejemplo), lograron un mayor contagio de sus formas de pensar cuando no pensaban en convencer sino en narrar.
Supongamos que una noticia nos evoca, de un modo indirecto, un momento de nuestras vidas o algo que nos tocó de cerca y eso pone en marcha el motor del cuento. Por ejemplo, si la noticia habla de una pareja de adolescentes que se han fugado, puede evocarnos nuestro primer amor, y a partir de ahí los caminos se bifurcan, pero siempre sabemos por cuál nos apetece ir:
/ Nos preguntamos qué habrá sido de la vida de esa persona
/ Nos preguntamos cómo hubiera sido tu vida de seguir con ella
/ Nos preguntamos (y conocemos la respuesta, al menos en parte) que habrán sentido esos chavales para atreverse a fugarse…
Hay mil caminos, pero lo importante es que, antes de seguirlos, conviertas en personaje lo que hay de ti en ese tema, y empieces a escribir.
También es útil provocar la mezcla de evocaciones por titulares de noticias diferentes. Se puede practicar como ejercicio, pero lo más normal es que ocurra de un modo casi inconsciente. Vemos un telediario y una noticia nos evoca algo, algo incompleto. Ese mismo día o al siguiente, otra noticia que no tiene nada que ver completa ese primer trozo del puzzle que será el cuento.
Es algo más común de lo que parece y muchos escritores leen la prensa con aparente inocencia, cuando en realidad están cazando temas combinados…
c) De una frase que nos provoque
Raymond Carver lo aplicó muy a menudo con excelentes resultados. Y la mayoría de los autores lo hemos experimentado alguna vez, incluso aquellos que sólo comienzan a escribir cuando tienen un detallado plan de lo que ocurrirá en cada momento de la narración.
A menudo, lo que nos pone en funcionamiento es el sonido de la frase más que por su contenido.
Como advertí en la clase anterior, usaré un ejemplo de relato mío, porque sé que comenzó a partir de una frase:
…y esta jodida, impotente omnipotencia,
Nunca supe de dónde venía la frase, sólo que su sonoridad me recordaba a Mario Benedetti (aún estaba vivo), y acaso por esa asociación, acabé escribiendo un cuento protagonizado por un anciano en un aeropuerto, que pensaba en su capacidad para saber con exactitud lo que le ocurriría en el futuro cercano a la gente que tenía al alcance de la vista. Esa era la omnipotencia, impotente porque cada vez que intenta advertir a los demás de las desgracias que los esperan ( en este caso es el accidente del avión al que están por subir todos, incluso él), sufre un bloqueo que se lo impide, balbucea y presenta todos los síntomas del alzehimer. De hecho, la tesis oculta en el cuento es que esa enfermedad es en realidad una clarividencia que quienes la padecen no pueden compartir, una especie de maldición genética que hace que los que saben todo lo que ocurrirá, sean vistos como personas que en realidad están perdiendo la memoria.
El cuento de llama Memoria para el olvido y está en el libro Yo también puedo escribir una jodida historia de amor. Si alguien tiene interés en leerlo para verificar el proceso que he comentado, que me lo haga saber y le envío una copia del relato por mail.
Sólo un detalle más, que demuestra que acaso todo esté relacionado con ese concepto de la “caja negra” que repetiremos varias veces a lo largo del taller: escribí ese cuento meses después del accidente del avión que iba a Canarias y se estrelló al despegar en Barajas. No era consciente de que la noticia me hubiera afectado en exceso, ni de que la recordara, pero es posible que estuviera allí, esperando el momento de unirse con otra idea, para crecer en forma de cuento.
En otras ocasiones, la frase contiene el germen de todo el relato o del ambiente que lo determinará. Aunque tenía varias ideas sueltas, toda mi novela Camino de Ida nace de la frase inicial:
“Dorita murió durante la siesta, para terminar de amargarme las vacaciones.”
Ahí estaba todo: el tono y hasta el motor de la historia. El resto fue disfrutar escribiéndola.
El catalizador de varias ideas o semillas de narración que tenemos dentro puede ser una frase ajena, algo escuchado en la calle, o una frase que se te ocurre y ni siquiera sabes porqué. Lo importante es dejarse llevar, y ver hacia dónde nos conduce.
d) De una impresión
Hay impresiones que perduran y que acaban por salir en forma de motor literario, si las dejamos fluir. Algo que hemos visto de pequeños, o un miedo, algo que nos han contado y nos impresionó…
Según refiere Gonzalo Torrente Malvido, cuando conoció personalmente a Jorge Luis Borges, le preguntó por su fascinación por los ambientes de malandrines y los duelos con arma blanca, presente es algunos de sus mejores cuentos, como El hombre de la esquina rosada. Y Borges le confesó que, siendo niño, pasó con frecuencia con su madre frente a un escaparate que exhibía una rotunda navaja abierta, desnuda… Al parecer esa fijación se mantuvo con el paso de los años y se integró en el ideario del escritor, con los resultados por todos conocidos.
Algo similar le ocurrió a José Luis Sampedro, que de niño no podía bañarse en el río porque estaba lleno de troncos y de hombres que los guiaban por la corriente. Años después, ese niño, ya adulto, escribiría El río que nos lleva.
Más que analizar, desmenuzar e incluso psicoanalizar esa impresión que ha perdurado, debemos dejar que nos lleve como los troncos de la novela de San Pedro.
EJERCICIO VERBAL: evocar una impresión, casi una imagen de infancia o adolescencia, sobre la que hayamos pensado en escribir. Dejarla correr y ver si crece. Después, tomar notas.
e) De la casualidad
Un episodio intrascendente, un diálogo truncado, algo atisbado a medias y que nos tienta «completar» de modo literario… todo sirve, si lo procesamos, para escribir un relato sobre ello. El truco está en conservar parte de la atmósfera, la sensación que nos llamó la atención, o parte de lo que ocurrió o podría haber ocurrido.
Es harto frecuente encontrarnos con relatos y novelas que tienen su origen -aparente- en una casualidad. Paul Auster cuenta que hace años estaba enfrascado en la redacción de una novela cuando sonó el teléfono en su estudio. Al atender, el comunicante le preguntó si hablaba con la Pinkerton, una prestigiosa agencia de detectives. Auster le informó que se habñia equivocado de número y colgó. Pero un rato más tarde recibió otro llamado preguntando por la Pinkerton, y otro más. En un momento dado, el escritor se preguntó que hubiera ocurrido si en algununo de los llamados hubiera respondido que sí y hubiera aceptado el encargo de ese cliente potencial… A partir de ese episodio, un año más tarde, empezó a escribir La ciudad de cristal.
Es recomendable llevar encima una libreta en la que apuntar esa ideas, títulos o evocaciones que se nos cruzan en cualquier momento. Y dejarlas reposar un tiempo, hasta que sintamos el impulso de jugar con ellas y tal vez, convertirlas en un relato.
Carlos Salem