Nació en Tenerife pero vive desde hace años en Alicante. Licenciado en Literatura Inglesa, compagina la escritura de libros con la traducción y el oficio de ferroviario. Se ha especializado en literatura infantil y juvenil, en la que ha explorado diferentes registros, y sus obras han recibido varios galardones: Un fragmento de noche en un frasco (Premio Juvenil Everest, 2012), El secreto de Enola (Premio Ala Delta de Literatura Infantil, 2016), Miralejos (Premio Alandar de Literatura Juvenil, 2017), La chica que coleccionaba sellos y el chico que esperaba un tren (Concurso de Narrativa Infantil Vila d’Ibi, 2018). Con El secreto del bosque (2023) se adentra con paso firme en el género negro.
Tres novelas imprescindibles del género [y por qué]
Todo lo que muere, la primera de Charlie Parker, de John Connolly, Millenium, de Larsson (también la primera) y El último barco, de Domingo Villar.
¿Por qué escribes novela negra y no de otro color?
Jaja, es que también escribo de otro color… De hecho, la gran mayoría de mis obras se engloban bajo esa etiqueta tan denostada a veces, la de LIJ.
El libro que nunca escribirías es…[y por qué]
Decir un título sería prepotente por mi parte, pero, desde luego, no escribiría un libro llevado por las modas. Hay quien lo hace, e incluso quien lo hace muy bien, pero yo sería incapaz. Necesito enamorarme de la historia que voy a escribir, y nunca he entendido de modas.
El que matarías por haber escrito…[y por qué]
Muchos, muchísimos. Pero, sobre todo, mataría por haber escrito determinados párrafos, o frases sueltas, de esas que te hacen pararte en la lectura y pensar: «¡Qué maravilla de frase!»
Una frase que recuerdes de memoria de una novela tuya
«Creo que solo veía algo que no estaba allí: un pasado lejano que siempre la había atormentado y que yo había devuelto a la superficie». De El secreto de Enola.
Requisitos para que una novela merezca ser leída o escrita:
Tener una buena historia y saber contarla de forma interesante. A menudo encontramos buenas historias mal contadas, o lo contrario, alguien que sabe contar pero no tiene nada interesante que decir, y con mayor frecuencia nos topamos con historias que suenan a repetidas y que encima están mal contadas. Lo realmente difícil es dar con una buena historia y ser capaz de contarla bien.
¿El género es absorbido por lo comercial o crece tranquilo a su sombra?
Diría que ambas cosas. Como siempre, algunas de las mejores obras permanecen fuera del foco comercial y funcionan gracias al boca a boca. Lo comercial, por lo general, tiene un éxito efímero.
Tu modus operandi es [en qué se diferencian tus novelas de otras]
Cada autor tiene su método, no puedes copiar el de otros, sino desarrollar el tuyo propio y procurar plasmar un sello personal. Esto no suele ocurrir a la primera, claro.
Me gusta mucho mezclar historias que en un principio no parecen tener relación alguna, como ríos que buscan su propio camino sin saber que más adelante se van a unir. Por eso mismo me resulta complicado responder cuando alguien me pide que haga una breve sinopsis.
El único crimen que te atreves a confesar es…
Sigo comiendo Nocilla.
Lo mejor que te ha dado el oficio de escribir:
Muchas cosas. Las caras y comentarios de algunos lectores, viajes a lugares a los que lo más seguro es que no habría ido de no ser gracias a mis libros, colegas de oficio… Cuando empecé a escribir tenía dos lectores: mi hermano mayor y mi madre. Luego se unió mi novia. La última historia que he escrito la han leído en España, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Marruecos, Uruguay… Todavía recuerdo que esto comenzó con dos únicos lectores.
¿La realidad es una novela negra?
Desde luego.
Tu personaje ajeno favorito [y por qué]
Por poner uno: Charlie Parker, por toda la oscuridad que lleva dentro.
El malo creado por ti que más odies [y por qué]
Soy incapaz de odiar a uno de mis personajes. Suelo intentar comprender incluso los peores actos, buscar las razones allí donde parece no haberlas.
Si no fueras escritor, serias… [deja volar la imaginación]
Bueno, he sido camarero de restaurante y de heladería (me gustaba más este segundo puesto, porque cada vez que me pedían un limón granizado me servía otro para mí; tal vez por eso el local acabó quebrando); mozo de limpieza, botones de hotel, supervisor de vuelo, técnico de coordinación en AENA, jefe de estación, maquinista de tranvía… Y estudié para profesor, pero en todo momento sabía que no quería serlo, porque respeto demasiado esa profesión como para permitirme ser un mal profesor.
Así que, en fin, podría ser casi cualquier cosa, pero las cambio todas por escribir.
Tienes la oportunidad de escribir ahora tu futuro epitafio:
«Solo estoy soñando».