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(Publicamos los relatos finalistas del  Concurso de Microrrelatos La Letra Noir.  Los textos se basan en la frase propocionada por el invitado del primer programa, el novelista José Carlos Somoza: «Habrá más muertos», y tienen una extensión máxima de 300 palabras. En breve, el propio Somoza determinará el relato ganador del certámen y de un lote de libros de Real Noir.)

 

 

Raúl González Sandonís

—Lo primero que me gustaría saber —comienza el agente con tono condescendiente—, es si comprende lo que le estoy diciendo. 

—Claro que sí —afirma el interrogado. 

—No es que como usted es…—duda—, en fin, que tiene… 

—Discapacidad… —ayuda el interrogado al apurado policía. 

—Eso es, discapacitado, no me salía la palabra —afirma satisfecho el policía, mientras el otro muestra esa sonrisa falsa que tanto ha ensayado—. No se preocupe, usted no es sospechoso de nada, ¿cómo iba a serlo? —se ríe—. Es sólo por si podía decirnos  si vio algo cuando se produjeron los hechos. 

Antes de continuar con el interrogatorio, os voy a contar mi historia: tengo un nombre,  aunque muchas personas lo desconozcan porque sólo vean en mí una discapacidad. Soy uno de esos “invisibles” que están sin estar, que miran sin que los vean, que escuchan,  aunque callen. 

Desde pequeño me encanta la lectura, pero fue en el instituto cuando un profesor me recomendó una novela de género negro: Craso error. A partir de entonces comencé a leer  más y más, a conocer la forma de actuar de la policía y de las mentes criminales, a saber  cómo acceder a ese lado oscuro de Internet en el que puedes encontrar prácticamente de  todo. 

Una noche soñé que cometía un crimen, me desperté sobresaltado. A la noche siguiente,  el sueño se repitió y lo mismo con las sucesivas, hasta que me di cuenta de que no hay  nada más bonito que los sueños se hagan realidad, o eso dicen… 

—No, no vi nada, señor agente. Estaba en mi casa. 

—De acuerdo, puede irse. 

Y me marché pensando que ese gilipollas sería el siguiente porque estaba claro: habrá más muertos, total, ¿quién en su sano juicio sospecharía de un “pobre tullido”? 

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